viernes, 11 de marzo de 2011

Revista Jardín


La pileta en forma de alberca, con un espacio para estar, la empalizada de madera y las herbáceas generan un espacio cálido y moderno.
El camino de entrada se bifurca y ordena el espacio. Las herbáceas suavizan la construcción de líneas y materiales rígidos.


miércoles, 27 de octubre de 2010

Paisajistas Argentinos en jardines contemporáneos, Ediciones Jardín


Punta del Este, Uruguay
Maximo Vercelli
"diseño que crece"

El mar imprime su carácter y no deja, nunca, de participar del jardín. El color del agua se modifica en relación con el cielo. Mientras, la arena también concede su colorido y su textura. Tanto, que en el invierno se deja llevar por el viento hasta cubrir el jardín y, en la primavera, comienza su retirada hasta desaparecer, dejando lugar al renacer de las plantas. Con tal presencia, el paisaje se vuelve exigente e invita a crear a partir de su inevitable dominio.
Punta del Este se introduce en este mar y delinea su geografía con sus costas. Esta casa se asienta en Punta Piedras, ubicada en la zona de Manantiales, y el jardín precede a la playa y se separa de ésta a través de un cerco de madera de diferentes alturas. Éste es, además, una cortina de reparo del fuerte viento de la zona, necesaria para cuidar un jardín delicado en un ambiente hostil gran parte del año. El terreno tiene una suave pendiente desde la casa y la premisa fue privilegiar las visuales por sobre el uso del parque.
Las plantas de bajo crecimiento se ubican en los canteros centrales. Las proporciones de césped se reducen a senderos y la plantación de especies herbáceas y gramíneas ocupa la mayor parte del lugar, invirtiendo la relación habitual de un jardín. En perspectiva, se aprecian las formas naturales y orgánicas de los canteros y el predominio del verde con toques de amarillo, anaranjado y azul.
Las especies elegidas son de floración estival, lo que advierte la época de más uso de la vivienda.
Así también lo indican las flores que emergen a los costados del deck de una original pileta triangular. Más allá, el mar no deja de intervenir en cada detalle de diseño.


El jardín se suma al mar. El color de los agapantos (Agapanthus africanus) emula el agua y crea un fuerte contraste con los hemerocalis anaranjados. Las margaritas (Chrysanthemum maximum) salpican con toques de blanco y las finas varas de las gauras (Gaura lindheimeri) suavizan el límite, el final del jardín. Se eligieron plantas de floración estival, con el colorido alegre que la estación amerita, y resistentes al riguroso clima de la costa esteña.




La superficie central de césped se interrumpe por un gran cantero, que termina dominando la escena. De líneas sinuosas, está delimitado por corteza de pino que remarca el contorno. Son todas especies de bajo porte, como Pennisetum alopecuroides, Bulbine frutescens, Gaura lindheimeri y Hemerocallis hyb. Su elección se debe a dos factores: Al ser de baja altura, no interrumpen las vistas hacia el mar y son resistentes a los vientos salinos provenientes de la costa.


Lejos del jardín la pileta encontró su lugar en altura y al reparo, pero sin perder el horizonte como línea de fondo. Un amplio deck resalta la original forma de la pileta triangular. Los canteros retoman el colorido del jardín. Gauras, margaritas y hemerocalis de floración estival completan el lugar, en consonancia con lo que se despliega del otro lado de la casa.


La construcción simétrica y de líneas netas en contraposición con una plantación suelta, de aspecto silvestre. Ya desde la arquitectura se advierte la importancia de las vistas al mar, con una gran terraza en lo alto. Desde arriba, domina el jardín y permite la lectura del diseño. Las formas, las texturas, el color de flores y follajes toman relevancia y se vuelven otro punto de interés para apreciar desde la casa-mirador.


Rocas que afloran naturalmente desde el paisaje contiguo a la playa. Los chips de madera remarcan los límites, los bulbines (bulbine frutescens) son los sutiles toques de color, los alisum (Lobularia maritima) blancos emulan la espuma del mar.


Muros bajos definen los límites sin tapar las vistas.
Así, el entorno se incorpora con naturalidad y la arena de la playa se vuelve parte del jardín.

© Ediciones Jardín

martes, 26 de octubre de 2010

Revista Almaviva



Paisajista, músico, pintor…¿cómo te definirías?

Soy paisajista, me dedico profesionalmente al diseño de jardines. Pero, no sé, aunque suene medio petulante, yo diría que soy un artista ya que en realidad el paisajismo es una forma de arte. Para mí es la mejor de las formas: por la transformación, por el cambio, por el crecimiento de las diferentes especies. Hay una frase que sintetiza todo: el paisajismo es el diseño que crece.

¿Eso es lo que más te atrapa de tu profesión?

Si, el diseño de un parque es movimiento, ritmo, frecuencia, volúmenes, luces, oscuridad…

¿Y cuándo aparece el paisajismo en tu vida?

Empecé a fines de 88´.  Yo trabajaba en el campo. Siempre estuve, además, ligado a lo artístico: hacía música, tocaba el piano, el saxo, pintaba. Pero, paralelamente a mi costado artístico, siempre tuve un enganche con la naturaleza. Lo interesante del paisajismo es que combina la naturaleza con el arte. Eso es maravilloso. Es la conjunción perfecta.

¿En qué te inspirás al momento de diseñar? ¿Hay algo que busques expresar? ¿Por dónde pasa tu sello de autor?

Te diría que trato de diseñar jardines de lectura fácil. Pero te advierto que no son propuestas minimalistas, para nada. A mí me gustan los efectos contundentes. Si coloco agapanthus, que se vean, que se hagan notar. Siempre en mis proyectos hay una lista de especies significativas: dos o tres plantas que se repiten en todo el espacio. Me gusta que haya un elemento que sostenga el lugar.

¿Un elemento unificador, algo así como un eco visual?

Si, exacto. Me parece importante que haya coherencia. Para mí eso es diseño.



¿Y qué especies elegirías como elementos unificadores?

Depende. Pero siempre el elemento unificador tiene que ser perenne. En una casa en Punta del Este, por ejemplo, un cliente italiano que viaja mucho a Marruecos me pidió un rincón como un oasis en el parque. Entonces, en ese lugar la caña se va repitiendo en determinados sectores del jardín. Está buena la caña, te da privacidad rápidamente.

De los elementos extra-plantas del jardín, ¿Cuáles son los que más te gustan?

Las piedras me gustan mucho y me encantan las esculturas. Es más, quiero diseñar esculturas para mis jardines. Me gustan muchísimo las formas orgánicas. Yo admiro el paisajismo norteamericano, porque tienen excelentes arquitectos paisajistas. Hacen de todo. Diseñan desde los tachos de basura de los parques, pasando por la iluminación, los bancos, puentes, todo…



¿Cómo ves el paisajismo argentino actual? ¿Está pasando por un buen momento?

Si. Lo veo bárbaro. Tanto por el nivel de las revistas, de las publicaciones, como por los trabajos de los paisajistas. Estoy viendo buen diseño.

¿A quién destacarías entre tus colegas?

Cristina Le Mehauté tiene cosas que me gustan mucho. Pero, en general, salvo en las exposiciones, es difícil ver el trabajo de otros paisajistas. Y lo que se ve en una exposición, es sólo una maqueta, el jardín hay que verlo en su evolución en el tiempo. Por lo manos necesita dos veranos para estar a punto, para apreciarlo en todo su esplendor.

Hay tendencias de moda en paisajismo como en otras áreas del diseño. ¿Cuáles son las corrientes más actuales?

Ahora se está volcando mucho a la cosa geométrica. La gran figura es la gramínea. Pero hay que saber ubicarla, en algunos lugares creo que abusan. La persona que vive en ese espacio tiene que ver todos los días esa composición. Hace poco leí un reportaje a Roux, el pintor, que hizo la sede del Banco Boston, un mural que mide 13 metros por 4. Tardó entre 4 y 5 años en hacerlo. En el proceso él pensaba que los empleados del banco iban convivir con esa obra. El jardín es igual. Si vos ponés todo gramíneas, es un plomazo. A mí me gustan pero no las elegiría como el elemento unificador de un espacio verde.



¿Los argentinos tendemos a unificarnos cuando algo se pone de moda?

Si, en todo. En paisajismo, en arquitectura. Se pone de moda la piedra y todas las casas se construyen con piedras. Se usan las casas geométricas y éstas se multiplican.

¿Por estos días tus clientes te piden huertas? ¿Están en auge?

Si. Ahí hay otro punto para desarrollar. Yo siempre intento encontrar un lugar fuera de la casa que convoque. Puede ser unos bancos a la sombra de un árbol o una huerta. Pero no se trata de una huerta productiva. En Estados Unidos está el concepto de kitchen garden que es un lugar en el parque donde hay flores para armar ramos y lechugas de diferentes colores. No es sólo un espacio de producción, sino un lugar de reunión, de reposo. Esa es la gracia.



¿Aplicás el Feng Shui en tus proyectos?

Estoy haciendo un proyecto de paisajismo en Punta del Este, donde contrataron a unas personas especialistas en Feng Shui para dar consignas. Son siete chacras y cada chacra tiene que ver con un determinado elemento del Feng Shui. El proyecto se llama Chakras del Este (con “k” como los chakras del cuerpo) y queda en La Barra. Me pareció muy interesante la experiencia. Estuve leyendo del Feng Shui y tiene muchos elementos de lo que hago: equilibrio, luces hasta en ying y el yang.

Si te dieran un espacio verde de la ciudad de Buenos Aires para diseñar, ¿cuál elegirías?

El desafío de Av. 9 de Julio. Hay unos canteros donde ponen plantas que no duran nada. Las roban. Entonces, ¿por qué no diseñar una plaza seca allí? Algo con color, un mural de mosaicos. Lo tengo en la cabeza. Juro que donaría ese trabajo a la ciudad.